Al desierto de Atacama, en el Norte de Chile, lo han convertido en un vertedero de ropa que subrepticiamente ingresa por el puerto libre de Iquique.

Un informe de la organización ecologista Greenpeace señala que el 40% de las exportaciones de ropa usada de los países centrales se hacen, en realidad, para descartar desechos textiles y calzado. De este modo, las naciones más desarrolladas se despreocupan de mejorar sus programas de reciclado y exportan indumentaria que termina contaminando los países de América Latina, Europa del Este y África.

Según “Regalos envenenados”, tal el nombre del informe, España produce «en torno a 990. 000 toneladas de productos textiles» que van a parar, cada año a los vertederos, mientras que en Alemania la cifra de residuos textiles supera el millón de toneladas. De todo ese volumen, solo se recoge post consumo para su reutilización o reciclado entre el 10 y 12% y únicamente el 1% de la producción total se recicla en ciclo cerrado, es decir, con el mismo uso o similar.

Celia Ojeda Martínez, responsable de Biodiversidad y Consumo de Greenpeace fue clara al explicar la situación. «Con esta investigación, hemos evidenciado cómo los países y las empresas del Norte Global están evadiendo su responsabilidad a la hora de gestionar las enormes cantidades de ropa que no se venden o se desechan, muchas de ellas con compuestos peligrosos» afirmó.

De la cantidad descomunal de ropa y calzado que fabrican estos países producto de la “fast fashion” solo un pequeño porcentaje de prendas es revendida en el mismo país en el que se recoge: entre un 10 y un 30% en Reino Unido y tan solo un 8% en Estados Unidos y Canadá. Más del 70% de la ropa reutilizada en Gran Bretaña termina en países extranjeros. Los principales afectados son Kenia y Tanzania donde la ropa vieja de los países ricos terminan en «enormes montañas de basura que contaminan los ríos y el aire». Otro tanto pasa en America Latina con vertederos ilegales como el que contamina el desierto del norte de Chile, ejemplos atroces de los abusos que genera el mundo ‘desarrollado’.

Según Ojeda Martinez, es necesario “un acuerdo internacional que prohíba la exportación de desechos de indumentaria, que regule los diseños para que sean verdaderamente reciclables y fomenten una economía circular, así como un impuesto global que incluya el principio de quien contamina paga».
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Fashion Network / Comunidad Textil

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