César Paradinas, meteorólogo de la Fundación de Investigación del Clima, de España.

Esta creciendo en el mundo una mayor conciencia ambiental que, entre otras cosas, cuestiona la compra de ropa que excede la necesidad, una renovación excesiva del vestuario. Este frenesí hace que algunos segmentos de la sociedad se genera la necesidad de cambio permanente, con prendas que no se usan más de seis o siete veces.

La pregunta es cómo se reinventa la moda para el cambio de temporada frente al problema de la crisis climática Y, necesariamente, cómo limpia su reputación de segunda industria más contaminante del planeta. En el ámbito de la industria de la moda, los más preocupados instan a escuchar a los expertos en climatología, repensar los circuitos de producción y aliarse con quienes orientan la innovación textil.

Fériel Karoui, especialista en innovación en el Instituto Francés de la Moda.

«La moda está en un proceso de ‘fuerte cambio’. Hay que reflexionar sobre cómo crecer sin agotar los recursos naturales a la vez que se comunica que no están en riesgo la salud del consumidor ni la del medio ambiente», asegura Fériel Karoui, especialista en innovación en el Instituto Francés de la Moda.

Se considera que el concepto de ‘colecciones’ debe reformularse. «Las estaciones se alteran: los veranos se alargan y desaparecen las temperaturas ‘suaves’ de la primavera y el otoño con un paso repentino del calor al frío» explicó César Paradinas, meteorólogo de la Fundación de Investigación del Clima, de España.

Según Karoui «la población ha tomado conciencia: primero de la alimentación, después en la cosmética y a continuación la ropa». La experta insiste en que ya no es suficiente con el «greenwashing» (atributos pseudo ambientales) para seducir a un comprador que se niega a elegir entre estética y ecología y quiere consumir sin problemas de conciencia.

En Suecia, uno de los países más proactivos ante la crisis climática, se generó un término: «köpskam». Esta palabra busca definir la “vergüenza que le produce comprar más ropa de la que necesitamos” a quienes se preocupan por el medioambiente. Esta es una tendencia que parece extenderse por Europa.

En los últimos años han surgido diferentes iniciativas que se suman a la economía circular (reutilizar materiales desechados), como la que defiende la fundación de la exdeportista británica Ellen MacArthur, que ha conseguido involucrar a grandes empresas.

En este sentido se han creado plataformas de compraventa de moda de segunda mano que cuentan con millones de usuarios, como Vinted o Vestiaire Collective.

A pesar de todo, se recicla menos del 1 % de la ropa. Crear procesos de reciclaje y revalorización de tejidos a escala industrial reduciría las emisiones de gases invernadero hasta un 50%, calculan los expertos.

Otro desafío es el consumo de agua por la industria de la moda. En la empresa estadounidense Evrnu, ingenieros en regeneración textil han conseguido transformar desechos de tejidos con algodón en nuevas fibras. Asimismo, han logrado reducir un 98% del agua empleada en la fabricación de jeans.

Industrias como la deportiva y la moda rápida, las más fustigadas y denunciadas, comienzan a ser parte del cambio. Junto a centros de investigación textil las marcas de moda rápida están logrando reciclar tejidos que hasta ahora no eran reciclables y que componen la mayoría de los artículos, como las mezclas de fibras y los residuos de la industria del calzado.

Igualmente los conglomerados de lujo se han marcado objetivos y estrategias para mejorar su sostenibilidad.

En el Pacto por la Moda (Fashion Pact) -ver nota aparte- suscripto en agosto en Francia, 32 grupos del sector de la moda y textil se comprometieron a utilizar el 100% de energías renovables en 2030 y reducir a cero sus emisiones de carbono en 2050.

Las líneas de investigación se centran también en el uso de materiales vegetales o biodegradables: zapatillas deportivas de algodón y maíz, seda y materiales no animales, producidos con biotecnología y tejidos que se transforman en compost, son una realidad cercana en el mercado.

«Aparece la tendencia de los tejidos técnicos/inteligentes usados inicialmente para hacer deporte. Materiales transpirables, resistentes al agua y cómodos para un clima cada vez más hostil y la contratendencia con tejidos naturales como lana, algodón, lino…» explica Karoui.

«Las prendas para la lluvia son otra tendencia, incluso en verano», dice la experta francesa. Como en toda Europa del Norte, en Paris lloverá cada vez más, al contrario de lo previsto en el Mediterráneo donde las zonas desérticas serán más extensas.

Las olas de calor serán más frecuentes e intensas, en cambio las de frío no. Concluye diciendo que, hasta el momento, la falta de previsión en el sector textil ha conducido a una caída de las ventas.
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