Donald Trump

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tras informar el 2 de abril una serie de espectaculares aranceles impuestos a las importaciones de su país, que afectan a todos sus socios comerciales, el 9 decidió suspenderlos por 90 días. Esa que la catarata de aranceles dispuesta a casi todo el planeta, planteaba una insólita guerra comercial mundial de probables nefastos resultados. Esta política de supuesta “protección” de la economía de su país, muchos sostienen que es absolutamente inviable y que generaría un efecto contrario: un caos de inflación, recesión y conflictos, principalmente en EE.UU., pero que, obviamente, ninguna economía quedaría inmune. Esas medidas perjudicaban especialmente a grandes empresas estadounidenses que producen en Asia, por lo que esa “realidad”, y la presión de éstas, es sin duda el motivo de la suspensión del plan anunciado por Trump.

Vale recordar que las medidas anunciadas, y ahora suspendidas, por el presidente estadounidense marcan claramente que ha decidido dar por muerta la política de ‘globalización’ que, si bien comenzó en la post guerra, fue en los años de la presidencia de Ronald Reagan (1981-1989) que los Estados Unidos impulsó con fuerza. Estas políticas, de regreso a las ideas del Siglo IXX, incluyen un arancel base del 10% sobre todas las importaciones a EE.UU. provenientes de casi todos los países del mundo, pero que escala hasta el 54% en el caso de los productos de China.

Para la producción de varios países y para ciertos productos los aranceles son mucho más altos. Las importaciones procedentes de Camboya serán del 49%, mientras que Vietnam tendrá aranceles del 46%. En el resto de Asia, los aranceles para Bangladesh, Tailandia, Taiwán, Indonesia, Pakistán, India, Corea del Sur y Japón escalan del 24 al 37%.

Asimismo, la Unión Europea se enfrenta a aranceles generales del 20% para todas las exportaciones a Estados Unidos, aunque es mayor para Suiza: 31%. Toda Latinoamérica -salvo México-, como Australia, Turquía, Argentina, Nueva Zelanda y el Reino Unido estarán sujetas a imposiciones del 10%. Para Canadá y México, la situación es compleja, lo cual resulta insólito, ya que estos dos países vecinos tienen un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos desde 1994, renegociado justamente durante el anterior gobierno de Trump.

Varios productos seguirán gozando de libre comercio al ingresar a EE.UU., pero la mayoría no. Las exportaciones de materias primas energéticas estarán sujetas a aranceles del 10%, pero muchas otras estarán sujetas al 25%.

Donald Trump afirmó que, desde la entrada en vigor del primer Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, más de 90.000 fábricas en Estados Unidos habían cerrado y el país había perdido 5 millones de empleos en el sector manufacturero. “Ese fue el peor acuerdo comercial jamás firmado”, declaró. Sin embargo no explicó que la inmensa mayoría de esas compañías no emigraron a sus países vecinos sino a Asia.

Donald Trump dijo que el 2 de abril de 2025 era el «Día de la Liberación» y que pasaría a la historia como el día del renacimiento de la industria de EE.UU. Aseguró que los nuevos aranceles eran recíprocos que ayudarían a reconstruir economía estadounidense y a evitar fraudes». Cabe recordar que en su anterior mandato el actual presidente estadounidense intentó aplicar algunas iniciativas de este plan de reindustrialización a la fuerza, medidas que resultaron en un total fracaso.

Trump sostuvo que su gobierno impulsará la base industrial nacional, abrirá mercados extranjeros y derribará barreras comerciales. “En última instancia, una mayor producción nacional se traducirá en una mayor competencia y precios más bajos para los consumidores. Durante décadas, nuestro país ha sido saqueado por naciones cercanas y lejanas. Líderes extranjeros nos han robado nuestros empleos. Defraudadores extranjeros han saqueado nuestras fábricas y la basura ha destrozado nuestro otrora hermoso sueño americano”, anunció.

Donald Trump y Xi Jinping ya no se sonrien como en otras épocas…

Sin duda Trump se olvidó mencionar que, tras la Segunda Guerra, las empresas estadounidenses prefirieron ir a invertir y producir muy barato en Asia e importar esos artículos a EE.UU, logrando así grandes ganancias. Por otra parte, las ideas de Donald Trump ignoran que el sistema de producción mundial ha cambiado radicalmente en las últimas décadas, ya no se fabrica todo bajo un mismo techo sino en diversas empresas o en plantas en distintos países. Asimismo, que EE.UU. ya no es el motor tecnológico del mundo ni es capaz de suministrar el personal idóneo, en sus más diversos niveles, que precisa la industria actual para funcionar. Y ya tampoco es el mercado más grande del mundo.

Los países y los sectores industriales del mundo no han demorado en generar una catarata de comunicados de protesta e informes frente a las unilaterales decisiones adoptadas, pero inicialmente estas no han tenido gran impacto en Trump y su equipo.

Asimismo, muchos países de todo el mundo comenzaron a replicar estas acciones anunciando aranceles en represalia, generándose una situación verdaderamente delirante que si no conduce a una sana negociación, podría escalar una demencial guerra global comercial, o no solamente. Una situación de la que nadie saldrá victorioso.

La suspensión de esa resolución evidencia que los conglomerados empresarios, algunos de los cuales son mucho mayores que varios países juntos, le marcaron al presidente de los EE.UU. un límite a su desmesura. Pero, en este momento, la moneda todavía está en el aire.
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