Fábrica confeccionista en Bangladesh.

Mientras continúa el conflicto comercial entre China y los Estados Unidos, crece la preocupación en las ONG dedicadas a monitorear el combate a las violaciones de los derechos de los trabajadores de la confección. Las entidades creen que la presión de las marcas para reducir los costos de producción podría imponer cambios dramáticos en las condiciones laborales en la industria textil global.

Esta preocupación fue expresada por la Clean Clothes Campaign el 24 de abril, exactamente doce años después del derrumbe de la fábrica bangladesí Rana Plaza en Daca, Bangladesh. Se recuerda que esa tragedia dejó 1.138 muertos y más de 2.500 heridos, desató una ola de indignación mundial por las condiciones de producción textil en los países -especialmente asiáticos- que abastecen a Occidente.

Según la Clean Clothes Campaign,»todos los costos adicionales generados por la política arancelaria estadounidense deberían ser absorbidos por estas empresas, que pueden permitírselo con creces, en lugar de repercutir en los eslabones más vulnerables de la cadena de suministro».

La ONG y su filial francesa, Collectif Éthique sur l’Étiquette, piden evitar las mismas conductas perversas que durante la pandemia, cuando algunos importantes grupos textiles priorizaron la rentabilidad, suspendiendo pagos y cancelando todos los pedidos ya producidos, sin previo aviso. Esto perjudicó a sus proveedores, quienes a menudo no pudieron pagar a sus empleados.

Diversas ONG opinaron que “ya son visibles las primeras señales del viejo instinto de abusar de la situación para reducir los costos laborales y recortar los derechos de los trabajadores”, citando a GAP, Walmart y Levi’s, entre otras compañías multinacionales. Sostienen que estas empresas “al parecer ya han comenzado a exigir reducciones de precios o a instar a sus proveedores a asumir la carga total de los aranceles aduaneros”.

También señalan que varios gobiernos están considerando abiertamente reducir los salarios mínimos legales en previsión de una posible caída de las exportaciones. De hecho, las señales se están multiplicando en la industria textil, empezando por los mayores proveedores de ropa de Estados Unidos después de China.

La preocupación esta puesta en Bangladesh, el segundo mayor proveedor de Europa, que teme perder el precario equilibrio de su industria textil. También en Vietnam, cuya estabilidad económica se ve amenazada por los aranceles estadounidenses, que aún no se han cancelado, sino sólo suspendido.

Esto también preocupa a India y sin duda a los fabricantes de Sri Lanka, que plantea la posibilidad de miles de pérdidas de empleos si se implementan los recargos anunciados. Por su parte Birmania pide «indulgencia» a Washington con respecto a su producción textil.

Pero los efectos de la guerra comercial iniciada por Donald Trump no sólo preocupan a las industrias asiáticas, también los productores textiles africanos temen un desastre en su sector industrial.
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Fashion Network / Comunidad Textil

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